viernes, 24 de septiembre de 2004

Abróchense los cinturones que vamos a despegar



Hay discos que cuando los escuchas por primera vez piensas que tienen bastante poco que ofrecer, pero si les das una oportunidad te das cuenta de que no sólo no son malos sino que son sublimes. Eso me pasó a mi la primera vez que escuché The Piper at the Gates of Dawn hace algunos años. Un álbum colosal, la quintaesencia de la psicodelia de los años 60 encabezada por los Pink Floyd y liderada por el lisérgico Syd Barrett (tanto ácido se metía que acabó desbarrando y fuera de la banda). En general cuando se habla de los Floyd la gente se acuerda del Dark Side of the Moon o del The Wall, discos muy buenos pero que no alcanzan esa chispa de genialidad que tiene el Piper. Por eso animo a quien quiera descubrir cosas diferentes, se atreva con esta cosa rara; hay bastantes probabilidades de que no guste pues es un disco bastante duro de escuchar, pero vale la pena arriesgarse sólo por disfrutar de temas como Flaming o Interstellar Overdrive. No hay nada que perder y si mucho que ganar.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hermano, no tengo idea quien sos. Llegue a tu blog de casualidad. Me paso lo mismo que a vos con respecto a Piper: al principio me fastidiaba, ahora no puedo dejar de escucharlo. Es una genialidad de disco, para mi el mejor de Pink Floyd, y eso que tengo absolutamente toda la discografia.

Saludos.