Una típica postal veneciana.
El Casino, donde James Bond bien podría estar jugando al Black Jack.
Perderse por las calles de una ciudad con tanta leyenda tiene algo de mágico. Recorrer sus canales es un pequeño sueño cumplido.
San Marcos, libre de inundaciones.
Realmente parece el escenario de una película.
Pero Italia, país de contrastes, no deja de sorprenderte con sus paisajes cambiantes. A poco más de 200 kilómetros de aquí uno se topa de repente con enormes formaciones montañosas que se levantan a más de 3000 metros sobre el nivel del mar. Efectivamente y tras un breve viaje uno está contemplando con todo su esplendor el Tirol del Sur, los Dolomitas.
Sobrevolar la región tirolesa corta la respiración.
Los Dolomitas constituyen la cadena montañosa del Tirol del Sur que forma parte de los Alpes, no muy lejos de la frontera con Austria (Innsbruck está a algo más de 100 kilómetros al norte) y agrupa las provincias de Trento, Belluno y Bolzano, formando parte de la cadena alpina a lo largo de los valles de Alta Pustería, Trentino-Alto Adigio y el Véneto, separados por sus terribles passos, algunos a más de 2200 metros sobre el nivel del mar.
Un paisaje de Alta Badia.
El nombre tan peculiar, Dolomitas, viene de un tipo de roca caliza de origen marino llamada dolomía, en honor al geólogo Déodat Gratet de Dolomieu.
Dada la proximidad con Austria, se deja notar la influencia en sus gentes que se alejan del arquetipo de italiano moreno. Pieles claras, ojos azules casi blancos y cabellos rubios son lo habitual entre los habitantes de estos valles. La lengua también recibe su dosis de influencia, ya que el alemán se deja oír en sus tabernas, y la señalización a menudo combina italiano con alemán. Italiano, y a veces una variedad denominada italiano ladino.
Cortados, valles y bosques.
Datos científicos y geográficos al margen, lo que llama la atención de los Dolomitas son sus paisajes impresionantes. Majestuosos cortados de piedra sobresalen de entre densos bosques de coníferas. Ríos que abren surcos en los valles profundos donde durante los meses de invierno apenas alcanzan a recibir la luz directa del sol. Bosques y roca combinan un paisaje muy diferente de cualquier otra región alpina que podríamos encontrar en los países circundantes, los Dolomitas son desde luego un lugar privilegiado y espectacular que merece sin duda una visita (y dos, y tres...).
Sinuosas colinas...
La región dolomítica no es precisamente pequeña ya que incluye tres provincias. No obstante, las zonas más conocidas se apiñan en torno a una enorme mole rocosa conocida como la Sella Ronda. Alrededor de una meseta de más de 3000 metros de alto y 50 kilómetros de perímetro tenemos pueblos bien conocidos como Selva di Val Gardena, Corvara in Badia, Marmolada, Val di Fassa... nombres algunos de ellos que tienen repercusión internacional entre aquellos que siguen la actualidad de los deportes de invierno o el ciclismo.
...y paredes verticales de piedra dolomítica.
Partiendo por el norte tenemos la zona de Alta Badia, que agrupa las poblaciones de Corvara, Colfosco, La Villa y San Cassiano entre otras, donde se puede encontrar la pista de competición de Copa del Mundo y que tiene el divertido nombre de La Gran Risa. Los paisajes aquí mezclan las paredes abruptas con sinuosas colinas y un perfil generalmente suave. Zona muy arbolada como la mayor parte de la región, en sus valles se puede disfrutar del sol mientras se toma una buena cerveza.
Glaciar de La Marmolada, 3300 metros.
Rodeando la Sella Ronda y salvando el passo Campolongo hacia el este llegaremos al valle de Arabba, posiblemente el valle más frío por ser el más profundo y a la vez flanqueado por las cimas más altas. La Marmolada es una enorme mole de roca cubierta de un glaciar que le confiere el aspecto característico de una tarta de nata gigante.
Bajando de Marmolada y passo Fedaia hacia el valle de Malga Ciapela.
En La Marmolada se encontraba la frontera que separaba Italia del Imperio Austrohúngaro durante la Primera Guerra Mundial. De hecho parte de los Dolomitas fue escenario de las dos guerras europeas y aún hoy se recuerda mediante un recorrido alpino llamado Giro della Grande Guerra.
Teleférico de Marmolada.
Desde la cima de Marmolada se tiene un dominio completo de lo que son los Dolomitas y la zona de Sella Ronda. Los más de 3300 metros sobre los que cuelga la cima permiten dominar perfectamente las regiones cercanas y no tan cercanas. Desde ahí se tienen unas buenas vistas de Val di Fassa y Alta Badia. Y como no, la propia Sella Ronda, que se presenta como una gigante tarta circular elevada 3000 metros por encima de Venecia.
La Sella Ronda en todo su esplendor.
Porta Vescovo.
La vuelta desde la Marmolada hacia Arabba se hace a la umbría del Porta Vescovo, donde el atardecer se vuelve naranja sobre las paredes de dolomía indicándote que ya es hora de volver a casa y aún queda un largo camino de regreso.
El macizo de Sella Ronda con vistas de Val Lasties.
Si continuáramos rodeando la Sella Ronda -omnipresente allá donde estés en el centro de los Dolomitas- cruzando el passo Pordoi entonces llegaremos a la zona de Val di Fassa, una de las áreas bajo la influencia de la Sella Ronda más disgregadas del dominio dolomítico.
Col Rodella y Sassolungo desde Belvedere.
Si se llega desde las poblaciones de Campitello o Canazei -con sus edificios que parecen casitas de muñecas al más puro estilo tirolés- en el valle hasta Col Rodella, tendremos una vista inmejorable de la Sella, con esa brecha tan particular que la parte en dos, denominada Val Lasties. Más de un esquiador extremo ha perdido la vida en ese corte de piedra y hielo donde los errores se pagan caros.
Atardecer en Belvedere.
Desde el lado opuesto, viniendo de Arabba se llega a Val di Fassa por Belvedere. De ahí nos encontramos de frente con el macizo de Sassolungo, por el cual más adelante se podrá pasar a Val Gardena. Sobre la modesta altura de Belvedere se tiene aún así un buen dominio de la zona.
Los cortados de Sella Ronda bañados por el sol.
Val di Fassa es mucho más que todo esto. En Val di Fassa podemos ver zonas como Buffaure, tenemos las revueltas de los passos San Pellegrino y Costalunga, las montañas de Catinaccio... demasiadas cosas por abarcar y que habrá que posponer para una segunda visita o las que sean necesarias, porque los Dolomitas son literalmente inabarcables.
La luz aquí es irrepetible.
Últimos instantes del día en Val di Fassa.
Vistas desde el bosque en el valle.
Los paisajes aquí abruman al viajero. Hay tanto que ver y -para el que guste de la fotografía- tantos momentos que capturar que más vale estar provisto de una buena cantidad de gigas para guardar tantas imágenes que traer de recuerdo de vuelta a casa.
La Sella Ronda vista desde el pequeño pueblo de Campitello di Fassa.
Mención especial al Sasso Pordoi, cumbre al borde de la Sella Ronda y solamente accesible a través del teleférico que salva un desnivel casi de 1000 metros de una sola tirada.
Teleférico de Sasso Pordoi.
Las vistas desde arriba le cortan a uno el aliento. ¿No nos cansaremos de ver paisajes a cada cual más increíbles que el anterior? De esto uno no se cansa jamás.
El passo Pordoi, un lugar tranquilo bajo el sol pero terrible en la ventisca.
A más de 3000 metros podremos dominar el passo Pordoi, tan duro y sinuoso para hacer en coche pero domesticado desde esta altura. También podremos ver la meseta de la Sella Ronda, gigante bizcocho espolvoreado de azúcar glass, desde la cual se aprecian las entradas a sus cortes sur y norte, Val Lasties y Val Mezdi respectivamente. Itinerarios de cuidado que se desarrollan a lo largo de empinadas rampas heladas y salpicadas de rocas. No es un camino para novatos, desde luego.
Val Lasties visto desde Sasso Pordoi.
Dejando atrás Val di Fassa hacia el oeste y cruzando el passo Sella llegamos entonces a la zona de Val Gardena.
Los bosques de Val Gardena a la sombra del Sassolungo.
Val Gardena se compone principalmente de Selva di Val Gardena (Wolkenstein en su toponimia germana), Santa Cristina, y Ortisei (St Ulrich en alemán). Val Gardena, junto con Alta Badia, tiene la fama -merecida- de ser la zona más chic y pija de los Dolomitas. Efectivamente basta con echar un vistazo a sus poblaciones más representativas para darse cuenta de que estamos en un lugar con glamour de esos que atraen a famosillos y demás fauna. Grandes mansiones de arquitectura tirolesa, lujosos hoteles y restaurantes de postín conforman la idiosincrasia de este valle.
Castillo del conde de Wolkenstein.
Más allá de los detalles superficiales, Val Gardena es posiblemente el valle más bonito y con más bosques de cuantos rodean la Sella Ronda. Y posiblemente también de los más fríos tras el valle de Arabba. En contraste con la soleada Alta Badia, Val Gardena se encuentra en un valle profundo y estrecho rodeado por la Sella, el monte Sassolungo -que da nombre a la pista de Copa del Mundo Saslong- y Seceda, elevados picos que mantienen grandes áreas de sombra a lo largo del día, umbría que se ve acrecentada pocas horas después de que el sol pasa del mediodía y empieza a ocultarse por el oeste.
Vistas del valle desde la zona de Seceda y Col Raiser.
Todo esto unido a un perfil más abrupto que la vecina Alta Badia conforma un aire más alpino, más tirolés a estas montañas, que tienen un sabor especial. Posiblemente los paisajes más llamativos se encuentren en este valle, donde los bosques a la sombra contrastan con la piedra y el sol como por ejemplo en la zona de Dantercepies. Detalles curiosos como encontrar el castillo del conde de Wolkenstein en plena montaña y al borde de la pista de competición Saslong hacen de Val Gardena un lugar muy especial para visitar.
Sella Ronda percibida desde Plan de Gralba.
Es particularmente llamativo la cantidad de bosque que podemos encontrar aquí. Las zonas de Ciampinoi, Mont de Seura y Ortisei no dejan de abrigarte de la luz solar en todo momento. Y sobre todo la travesía en dirección a Alta Badia a través del área de Dantercepies y el passo Gardena merecen una mención aparte.
Sassolungo visto desde Ciampinoi.
Si aún no se ha tenido suficiente rodeando la Sella Ronda a través de Alta Badia, Arabba, Val di Fassa y Val Gardena, los Dolomitas se reservan su pequeña joya de la corona un poco más lejos. Dos largas horas de coche y un par de puertos de montaña terribles -el passo Pordoi y el passo Falzarego mediante- son necesarios para alcanzar Cortina d'Ampezzo.
Cortina d'Ampezzo enclavada en el valle y rodeada de bosque.
Decir Cortina es decir glamour, actores de cine, Claudia Cardinale, exclusividad y lujo. Alejada del cogollo central que es la Sella Ronda, Cortina vive en un mundo aparte dentro de los Dolomitas. Lejana e inaccesible, es una pequeña sorpresa para el que se ha tomado el esfuerzo de llegar hasta allí.
Un primer plano sobre Cortina.
Tras atravesar el passo Falzarego y la zona de Lagazuoi, lo primero que nos muestra Cortina es un pequeño capricho de la naturaleza llamado Cinque Torri. Curiosas formas de piedra como dedos que se estiran hacia el cielo, es el mejor recibimiento que se puede dar.
Bajada desde Ra Valles al pie del monte Tofane.
Una vez en el lugar uno se da cuenta de que Cortina se encuentra en un valle entre la montaña de Tofane, Faloria y Cristallo. El abeto está presente por todas partes hasta donde alcanza la vista del viajero. Y los paisajes -no me cansaré de repetirlo- son increíbles.
Pista olímpica de Cortina d'Ampezzo.
Uno se considera afortunado cuando puede ver todo el valle de Cortina cuando está a casi 3000 metros al pie de Tofane y puede capturar momentos así. Con una cámara de fotos y sobre todo con el recuerdo de haber estado allí.
Cortina city.
Ir a los Dolomitas no es un viaje más. Es sólo el primero de otros muchos que se repetirán en el futuro. Porque el lugar es tan único e inabarcable que una vez no es suficiente. Hay que ir más veces para tener la oportunidad de vivir lugares que necesariamente se han quedado en el tintero. Plan de Corones, Alta Pustería, Civetta, Val di Fiemme y una infinidad de sitios merecen una visita en un futuro que espero y deseo no sea demasiado lejano. Los Dolomitas tienen muchos secretos que desvelar aún, y allí estaremos para buscarlos y encontrarlos.
1 comentario:
Mola mil
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