domingo, 29 de abril de 2007

No hay parto sin dolor ni hortera sin transistor

A todos nos ha tocado soportar al típico zopenco garrulo que, mientras espera con su lamentable citroën saxo tuneado en un semáforo con la ventana abierta, nos deleita con los últimos pelotazos de las katedrales del trance o los grites jits de camela y a la vez le soba el muslamen a la jeny que se pinta como una puerta en el asiento del copiloto. Sí, son unos seres bastante patéticos pero, no sin cierto estoicismo, se les aguanta y les tolera compasivamente: pobrecitos, no dan para más con sus greñitas por el cuello, sus cabecitas semi-rapadas, sus collares de hojalata y sus gafas de sol que no se quitan así se queden ciegos; además sólo hay que aguantarles durante un breve lapso de tiempo, aquél que dura en ponerse en verde el semáforo y salen como si les persiguiese el diablo, la poli, o el libro de texto que tanto empeño pusieron en evitar durante su -breve- estancia escolar. Pobrecillos, no hay que culparles, son como son porque el mundo les ha hecho así, que diría alguno que conozco.

Horteras
500 watios de subnormalidad me acompañan a todas partes

Pero estamos en el año 2007, la tecnología avanza, y aparecen nuevos gadgets geeks que pronto se popularizan y acaban comercializándose en el carreful con oferta de 2x1. Es el inevitable lado oscuro de los aparatillos electrónicos, que caen en manos de seres como el que describo, y los utilizan para aplicarnos a todos su particular tercer grado de mal gusto abominable. Tanto es así que ya no les basta con dar la vara en su buga de ventanilla perennemente bajada, no. Ahora lo que se lleva es cualquier aparatillo que pueda reproducir mp3 y con un altavoz incorporado -léase móvil, consola portátil o lo que sea- con el que se pasean por el metro avasallando musicalmente al personal. Esto tiene el agravante de que ahora cualquiera puede demostrar lo hortera que es. El encanto que tenía el garrulo del buga tuneado es que no cualquiera puede permitirse el tener un coche, pero en cambio cualquier cretino puede costearse un mp3 portátil con altavoz. Así que el panorama actual es que un agradable viaje por el suburbano se convierte en la peor de las pesadillas en la que uno se ve rodeado de garrulos que vienen con su resaca musical vomitándole a uno encima su mal gusto, en una suerte de chulo de playa pero en su versión urbana. No necesito, repito: no necesito, escuchar su chunda chunda, a camela, o a bisbal, o bien en versión caspalatina, la cumbia, bachata, el reggaeton, o cualquier otra música de gasolinera. ¿Qué será lo próximo? ¿Phil Collins? Si quieren ser unos horteras y unos cutres, que lo sean con sus auriculares, pero mi vida sería más feliz si no me viera obligado a escuchar el vertedero de pseudomúsica en el que se ha convertido el metro últimamente, especialmente en las noches de los fines de semana.

Es el sino del siglo XXI: ser un garrulo y sentir la poderosa llamada de la naturaleza para hacerle saber al resto del mundo lo hortera y cazurro que se puede llegar a ser.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

escúpeles en la puta cara en el metro

Anónimo dijo...

Buenísimo.