viernes, 27 de agosto de 2004

The road goes ever on...

... y una vez que se empieza un camino, no se sabe ni dónde ni cuándo va a acabar. Así empiezo este blog, y dado que no soy amigo de escribir mucho y bien, no sé cuánto durará esta aventura.

Pero para empezar y a modo de presentación, dejemos hablar a Richard P. Feynman, que resume como nadie una forma de ver el mundo con la que estoy completamente de acuerdo, que influye mucho en mi percepción de las cosas, y que por lo tanto marcará este diario (si es que llega a alguna parte).

Tengo un amigo pintor; a veces sostiene opiniones que no comparto. Toma una flor y te dice, "Mira qué hermosa es", y yo me muestro de acuerdo. Pero entonces añade, "Yo, como pintor que soy, puedo ver cuán hermosa es una flor. En cambio tú, como científico, la analizas y haces pedazos, y su belleza se esfuma". A mí me parece que está un poco chiflado.

Ante todo, la belleza que él ve está al alcance de otras personas, y también de mí, estoy seguro. Aunque es muy posible que estéticamente yo no sea tan refinado como él, sé apreciar la belleza de una flor. Pero, al mismo tiempo, veo en la flor mucho más que él. Puedo imaginarme las células de su interior, que también tienen una cierta belleza. Pues no sólo hay belleza a la dimensión de centímetros; existe igualmente belleza en dimensión mucho menor.

Están las complicadas acciones de las células y otros procesos. El hecho de que el colorido de las flores haya evolucionado con el fin de atraer insectos que las polinicen es interesante: comporta que los insectos pueden ver los colores. Lo cual plantea una cuestión: ¿existe también en los seres inferiores el sentido estético que nosotros poseemos? Del conocimiento de la ciencia emanan toda clase de preguntas interesantes, que aportan a la flor misterio, excitación y sobrecogida admiración. La ciencia siempre suma. No se me alcanza cómo puede restar.

Con esto dicho, hasta la próxima vez que me apetezca postear por aquí.

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