domingo, 29 de agosto de 2004

Esa ciudad



Hay una ciudad que me asombra por su entorno. Me asombra por los paisajes que se ven a lo largo del viaje. Me asombra su impresionante bahía y el macizo de Peñacabarga como telón de fondo, que va cayendo poco a poco hacia el mar. Sus playas de arena fina. Sus acantilados cortados a cuchillo y las olas horadándolos. Su mar que es un verdadero mar y no una balsa de aceite. El color de sus aguas que pasa del verde al negro a través de todos los tonos del azul. Los mil y un pueblos con misterio que se encuentran dispersos aquí y allá por la provincia. El paseo marítimo desde las playas hasta el puerto. La península con su castillo. La subida hasta el faro. El clima caprichoso a veces. El sol que aquí brilla de forma diferente. Su marisco y su pescado. Sus bares. Pasear por sus callejuelas empinadas. Son más cosas de las que puedo enumerar, y quiero volver.

viernes, 27 de agosto de 2004

The road goes ever on...

... y una vez que se empieza un camino, no se sabe ni dónde ni cuándo va a acabar. Así empiezo este blog, y dado que no soy amigo de escribir mucho y bien, no sé cuánto durará esta aventura.

Pero para empezar y a modo de presentación, dejemos hablar a Richard P. Feynman, que resume como nadie una forma de ver el mundo con la que estoy completamente de acuerdo, que influye mucho en mi percepción de las cosas, y que por lo tanto marcará este diario (si es que llega a alguna parte).

Tengo un amigo pintor; a veces sostiene opiniones que no comparto. Toma una flor y te dice, "Mira qué hermosa es", y yo me muestro de acuerdo. Pero entonces añade, "Yo, como pintor que soy, puedo ver cuán hermosa es una flor. En cambio tú, como científico, la analizas y haces pedazos, y su belleza se esfuma". A mí me parece que está un poco chiflado.

Ante todo, la belleza que él ve está al alcance de otras personas, y también de mí, estoy seguro. Aunque es muy posible que estéticamente yo no sea tan refinado como él, sé apreciar la belleza de una flor. Pero, al mismo tiempo, veo en la flor mucho más que él. Puedo imaginarme las células de su interior, que también tienen una cierta belleza. Pues no sólo hay belleza a la dimensión de centímetros; existe igualmente belleza en dimensión mucho menor.

Están las complicadas acciones de las células y otros procesos. El hecho de que el colorido de las flores haya evolucionado con el fin de atraer insectos que las polinicen es interesante: comporta que los insectos pueden ver los colores. Lo cual plantea una cuestión: ¿existe también en los seres inferiores el sentido estético que nosotros poseemos? Del conocimiento de la ciencia emanan toda clase de preguntas interesantes, que aportan a la flor misterio, excitación y sobrecogida admiración. La ciencia siempre suma. No se me alcanza cómo puede restar.

Con esto dicho, hasta la próxima vez que me apetezca postear por aquí.