Ya ha pasado algún tiempo desde que dejé atrás los paisajes alpinos pero no puedo dejar de echar un vistazo y recordar esos lugares emblemáticos.
Glaciares en la Vanoise, desiertos de hielo y nieve.
Allá donde vayas siempre estás observado por la Grande Motte y la Grande Casse, desde esas alturas rozando los 4000 metros.
Sentarse con la mirada perdida en el infinito, el silencio solemne de las montañas, hay pocas sensaciones comparables a ésta.
La nieve lo cubre todo, como una sábana que con sus pliegues envuelve lomas y redondea las crestas.
El pueblo permanece perdido en el fondo del valle, a los pies de la inmensidad.
Las cadenas de montañas no logran ocultar el glaciar de Pissaillas en Val d'Isère.
El gran ojo de la Aguja es un sitio característico, y no se olvida cuando uno ha estado a sus pies.
La neblina mezclada por algunos copos de nieve arrastrados por el viento difuminan un paisaje de sol, cielo azul y un frío glacial.
Hasta las piedras tienen que rendirse a los rigores de la estación.
Según vas tomando altura ganas perspectiva sobre el pueblo que dejas atrás, circundado por sus montañas tan características y su lago helado.
Tras un fuera de pistas en medio de la montaña consigues tu premio. Un paisaje bucólico, con sus casitas de piedra perdidas en medio de la nada.
Pasos realmente difíciles e inclinados suponen un auténtico reto.
En el atardecer, un último rayo de sol intenta aportar algo de calor a los -20ºC que reinan en el ambiente.
Llegando a Val d'Isère, el pueblo moderno de hoy rodea a la torre medieval de antaño.
En cuanto al lado lúdico del asunto, se celebraron los primeros Winter X Games en Europa. Auténtico show made in USA.
Como siempre, volveremos. Por supuesto.
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1 comentario:
Mola.
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