Gracias, Sofía Coppola, por este primer fotograma.
Bill Murray y Scarlett Johansson se meten en la piel de dos personajes -Bob Harris y Charlotte- que han ido a parar a Tokio por diversos motivos. Él, una estrella de cine en declive que vive de la fama de las películas que interpretaba en los años 70 y que ahora se limita a protagonizar anuncios de productos por todo el mundo, ha llegado a la capital de Japón a trabajar en una campaña de whisky Suntory. Su apretada agenda le lleva del estudio de grabación a una sesión fotográfica, pasando por los programas de televisión japoneses más populares.
Bajitos, y calvos como yo, qué pringaos.
El Jesús Vázquez japonés.
Ella, una joven veinteañera recién licenciada en filosofía que acompaña a su marido John, un fotógrafo fashion-trendy y adicto a su trabajo, hasta Tokio.
¿Dónde están mis calzoncillos CK?
Las circunstancias de ambos en origen difieren bastante. Bob está pendiente de sus hijos y de su esposa que le martiriza entre faxes y llamadas telefónicas a horas intempestivas con conversaciones tan intrascendentes como pedirle su opinión acerca de la moqueta que van a instalar en su casa. En cambio Charlotte descubre tras dos años de matrimonio que no conoce ni a su marido ni a ella misma. Tras terminar sus estudios no sabe quién es ni lo que quiere hacer en la vida.
Línea transoceánica que enlaza con Nuevos Ministerios. Definitivamente a Gallardón se le ha fundido el fusible.
Ambos personajes, muy diferentes, viven en el filo de la navaja, sintiendo vértigo por la vida, sus incertidumbres, sus preguntas sin responder. Él se siente desvanecer por una vida gris, por veinticinco años de matrimonio estancado, por la falta de motivación. Ella está al borde del abismo que representa el no saber adónde ir ni qué hacer, sin encontrar una dirección. Los dos son diferentes pero complementarios y fundamentalmente similares. Están solos y perdidos en la vida, de la misma forma que están perdidos en una ciudad extraña de un país lejano en un continente al otro lado del globo. Perdidos en la traducción de un idioma incomprensible e ilegible.
Un paseo por el distrito Shibuya.
Los habitantes de Tokio jugando a la rayuela gigante.
Días extraños enlazados con noches en blanco interminables por el jet lag, viendo la televisión con la mirada perdida, o la panorámica de la ciudad inhumana desde lo aislado de sus habitaciones de hotel colgadas por encima del tumulto que no cesa. Perdidos en Tokio, que no es un sitio más de la película, sino un personaje plenamente constituido -y toda una elección acertada de la directora que es también la autora del guión- como una metáfora de la situación de Bob y Charlotte. Dos personas desconocidas que se encuentran en un lugar desconocido, Tokio, erigido como un refugio emocional.
Tokio la nuit.
Tanto el uno como el otro no lo tienen fácil en su estancia en Japón. La mayor parte del día lo pasan solos sin comprender a su entorno. La directora juega con este factor para acentuar esa sensación de desamparo. Para ello les pone en situaciones difíciles, a veces exasperantes, donde el desconocimiento del idioma les deja a merced de lo que les rodea.
For relaxing times, make it Suntory time.
Por ejemplo, la escena en la que Bob tiene que rodar un spot publicitario para Suntory. El director del anuncio es un moderno insufrible que no hace más que hablar y hablar en una especie de onanismo cultureta para autosatisfacción de su ego y su ombligo. En una escena genial, la traductora apenas reduce a Bob toda la parrafada del director en un par de frases escuetas. Evidentemente Bob se encuentra perdido y desbordado por los acontecimientos. Y toda la escena, sin subtítulos, hace que el espectador se sienta tan perdido como su protagonista.
¿A que no te bebes esta botella a hidalgo?
Logel Mool.
Para los que hayan visto la película y hayan sentido curiosidad por todo lo que se dice en la escena, aquí va una traducción (en inglés):
Director (in Japanese to the interpreter): The translation is very important, O.K.? The translation.
Interpreter: Yes, of course. I understand.
Director: Mr. Bob-san. You are sitting quietly in your study. And then there is a bottle of Suntory whiskey on top of the table. You understand, right? With wholehearted feeling, slowly, look at the camera, tenderly, and as if you are meeting old friends, say the words. As if you are Bogie in "Casablanca," saying, "Cheers to you guys," Suntory time!
Interpreter: He wants you to turn, look in camera. O.K.?
Bob: That's all he said?
Interpreter: Yes, turn to camera.
Bob: Does he want me to, to turn from the right or turn from the left?
Interpreter (in very formal Japanese to the director): He has prepared and is ready. And he wants to know, when the camera rolls, would you prefer that he turn to the left, or would you prefer that he turn to the right? And that is the kind of thing he would like to know, if you don't mind.
Director (very brusquely, and in much more colloquial Japanese): Either way is fine. That kind of thing doesn't matter. We don't have time, Bob-san, O.K.? You need to hurry. Raise the tension. Look at the camera. Slowly, with passion. It's passion that we want. Do you understand?
Interpreter (In English, to Bob): Right side. And, uh, with intensity.
Bob: Is that everything? It seemed like he said quite a bit more than that.
Director: What you are talking about is not just whiskey, you know. Do you understand? It's like you are meeting old friends. Softly, tenderly. Gently. Let your feelings boil up. Tension is important! Don't forget.
Interpreter (in English, to Bob): Like an old friend, and into the camera.
Bob: O.K.
Director: You understand? You love whiskey. It's Suntory time! O.K.?
Bob: O.K.
Director: O.K.? O.K., let's roll. Start.
Bob: For relaxing times, make it Suntory time.
Director: Cut, cut, cut, cut, cut! (Then in a very male form of Japanese, like a father speaking to a wayward child) Don't try to fool me. Don't pretend you don't understand. Do you even understand what we are trying to do? Suntory is very exclusive. The sound of the words is important. It's an expensive drink. This is No. 1. Now do it again, and you have to feel that this is exclusive. O.K.? This is not an everyday whiskey you know.
Interpreter: Could you do it slower and ....
Director: With more ecstatic emotion.
Interpreter: More intensity.
Director (in English): Suntory time! Roll.
Bob: For relaxing times, make it Suntory time.
Director: Cut, cut, cut, cut, cut! God, I'm begging you.
Sofía Coppola ha sabido plasmar esas sensaciones encontradas en todas las fases de la película. Desde un guión impoluto dirige una sucesión de escenas perfectamente elegidas. El guión sabe cuándo hacer hablar a sus personajes, y sabe también cuándo hacerlos callar, pues los silencios en esta película son casi más importantes que sus diálogos. La sutileza que queda plasmada en los paisajes, en las miradas llenas de estupor y admiración, en Charlotte dejándose llevar aturdida por los templos budistas, o en Bob recorriendo la ciudad y contemplando asombrado sus neones brillantes desde la ventana de su limusina. Todos esos momentos marcan un tempo perfecto para que la historia discurra por sí misma, vital algunas veces, pausado -que nunca lento- otras.
Estos silencios vienen a recalcar la soledad que sufren ambos personajes. Charlotte siempre abandonada por su marido, un personaje cuasi cómico que siempre aparece de manera fugaz y que entra en pantalla sólo para evaporarse de la escena instantes después, maleta en mano. Tampoco se siente identificada con los amigos de su marido, como por ejemplo una actriz de películas de acción que se encuentran por azar en el hotel: todo un ejemplo de persona vacua con la que Charlotte no puede sino sentirse a años luz. El resultado es que Charlotte está sola aún rodeada de gente, quedando su mundo reducido al hotel y lo que puede ver vagando por Tokio.
Por otro lado está Bob, frustrado por una trayectoria que toca a su fin y una esposa que ya no le necesita, y que tampoco busca comprenderle como demuestra la conversación que mantienen por teléfono: "Me gustaría cuidarme más, comer más sano, como la comida japonesa", "Pues puedes quedarte ahí para comerla a diario". Esta soledad es la clave de una película que apuesta por la creencia de que dos extraños pueden encontrar en el otro la comprensión de los problemas que les aturden.
Los desastres del jet lag.
Puede parecer paradójico, pero con un extraño puede resultar más asequible el hablar de tus problemas más profundos pero a la vez permaneciendo en un plano más indefinido, haciéndole cómplice aún sin tener que entrar en detalles que alguien conocido te preguntaría. Charlotte y Bob son dos personas presas del jet lag que se pasan los días deambulando entre los pasillos, la piscina o el bar del hotel donde están largos ratos sin hacer nada, pero que les es suficiente para encontrarse y cruzar unas pocas frases para entrar en sintonía y encontrar la complicidad que echaban en falta.
Los videojuegos, el way of life de Japón.
Hay que añadir que Sofía Coppola ha tenido el acierto de tratar la relación de ambos con mucha delicadeza. Nada de besos apasionados ni de noches tórridas en la cama, muy propio del cine hollywoodiense. En cambio la relación de Bob y Charlotte transcurre dentro de una línea de complicidad que les ata en un plano más allá que el carnal. Miradas, gestos y silencios son más que suficientes para que el espectador sepa lo que ellos sienten y necesitan de la otra persona. Todo ocurre sin ocurrir, sin la necesidad de lo obvio. Ahí entra en juego el tercer personaje, Tokio, que les permite por un breve lapso de tiempo en sus vidas liberarse de sus ataduras, perder sus identidades, encontrarse a ellos mismos.
Un campo de golf vacío en Japón: sci-fi del bueno.
Juegan a perderse en las calles de la ciudad, conociéndola como no lo haría ningún turista, en pubs escondidos en rincones recónditos, acompañados por sus amigos japoneses. Una fiesta, música, focos y luces de una discoteca, una cena en un restaurante de sushi, una sesión de karaoke -mítica, con Bill Murray cantando el More Than This- con canciones implícitas de lo que está aconteciendo, los neones de Tokio y las luces de sus rascacielos, los ruidos de sus salas de videojuegos... el personaje de Tokio siempre acompañando a la acción que se desarrolla en la mente del espectador.
Corre, o los zombies ludópatas nos comerán el cerebro.
Por supuesto, en este blog no se puede dejar pasar la ocasión de mencionar la banda sonora. Suave y aterciopelada, cada tema está perfectamente elegido y magistralmente aplicado en el momento perfecto. Ver a Charlotte perderse por Tokio con los compases serenos de temas como Fantino, Tommid, On The Subway, o Alone in Kyoto. O a Bob llegando a Japón envuelto en la hipnótica melodía de Girls (Death in Vegas). Ver a Bob y Charlotte volver de una noche de fiesta a ritmo de Sometimes de los My Bloody Valentine mientras miran la bahía con los ojos vidriosos, la mirada perdida del que ha disfrutado cada segundo pero su cuerpo le dice basta. También hay sitio para los temas vitales y potentes de una noche sin fin como Too Young, de Phoenix, o The State We're In de los Chemical Brothers. Sin olvidarse de temas eternos como el God Save the Queen de los Sex Pistols, More Than This de Roxy Music, o Brass in Pocket de los Pretenders, para una sesión de karaoke en la que uno hubiera deseado estar sin ninguna duda. En resumen, una banda sonora soberbia, a la altura de la película, vigorosa en el momento adecuado, y melancólica y delicada cuando debe serlo.
More than this.
Como no podía ser de otra forma, Sofía Coppola sabe terminar magistralmente su obra maestra con la sutileza que ha demostrado a lo largo de todo el metraje. Una relación explícitamente indefinida, a ritmo de los acordes del tema Just Like Honey, de los The Jesus & Mary Chain, con la letra más adecuada a ese momento tan amargamente dulce.
Listen to the girl
As she takes on half the world
Moving up and so alive
In her honey dripping beehive
Beehive
It's good, so good, it's so good
So good
Walking back to you
Is the hardest thing that
I can do
That I can do for you
For you
I'll be your plastic toy
I'll be your plastic toy
For you
Eating up the scum
Is the hardest thing for
Me to do
Just like honey
Esta película es una joya, y quienes sepan apreciarla la disfrutarán aún más en versión original. Disfrutad de sus diálogos, de sus silencios, de su música, de sus sentimientos.
4 comentarios:
GRANDE, la pelicula y el articulo.
Una peli imprescindible, me entraron ganas de verla otra vez ^_^
Bueno, una obra maestra, muy buena, y en la película son tantos pero tantos diálogos, para que al final no te enteres de lo se dicen los protagonistas y te quedes con el misterio. A mi me encanta, desde los diálogos a la música, de Japón a la fotografía.
Fantástico artículo! una descripción excepcional de los sentimientos que esconden los personajes. Película imprescindible..
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