lunes, 26 de noviembre de 2007
Veo veo
¿Cual es la estructura construida por el hombre que mejor se ve desde el espacio? ¿La gran muralla china? Pues no, son los invernaderos de El Ejido.
domingo, 25 de noviembre de 2007
¿Pagan 7,70€ los androides por ir al cine?
Ayer tuve la suerte de ver el reestreno de Blade Runner en pantalla grande, ya que este año se celebra el 25º aniversario del estreno de la obra de Ridley Scott.
Sobre la película, poco más que no sepan. Sigue siendo la mejor película de los años 80, y de los 90, y de la actual década. Scott tuvo el enorme mérito de convertir una novela que es un coñazo, en una obra de arte, una película que es algo así como un libro de filosofía: la consciencia del ser, su Creador, la vida, la muerte, el tiempo que se acaba. En suma, todas las preguntas que han abrumado al hombre desde que asomó el hocico fuera de la caverna y se convirtió en un homo sapiens. Y como añadido, esa estética cyberpunk -high tech, low life- que le confiere ese estilo que marcó una época.
Sobre la reedición en cines de la película, señalar que es el montaje final, es decir, que hay montones de escenas añadidas y retoques varios. Aquí he de decir, pese a que los puristas me apaleen, que siempre seré un firme defensor de las voces en off que acompañaron al filme en su estreno de 1982, por mucho que Ridley Scott se empeñe en querer suprimirlas alegando que fueron por presión de los productores. Pese a todo, las escenas añadidas contribuyen a darle más cohesión al guión, y la película parece más acaba. Aún así personalmente pienso que no era necesario. Ni en esta ni en otras. ¡No a las escenas añadidas!
Otro aspecto curioso del visionado de ayer es que creo que se trata de la primera película que veo emplear el sistema de proyección 100% digital. He de decir que se nota, y mucho. Ver una película así en una pantalla gigante y sin una mancha ni rasguños típicos del celuloide vale la pena sin duda.
Eso sí, la butaca de cine se ha puesto a 7,70€. Eso sí que es un robo y lo demás son tonterías. Los dueños del kinépolis deben ser sin duda replicantes y habrá que retirarlos. Que se enteren de lo que es vivir con miedo existencial.
viernes, 9 de noviembre de 2007
Cortos de razones, largos de espada
Hoy que es festivo y hace un precioso día otoñal me siento un poco vago como para escribir un post en condiciones. Es por eso que me limitaré a transcribir una columna de Arturo Pérez-Reverte del 19 de agosto de 2007 (original en capitanalatriste.com) en la que responde a un lector.
Algún día por escribir cosas así de provocadoras le van a dar un disgusto.
Eres joven y guipuzcoano, según deduzco por tu carta y el remite. Escribes como lector reciente de la última aventura de nuestro amigo Alatriste, contándome que es el primer libro de la serie que cae en tus manos. Te ha gustado mucho, dices, excepto el hecho "poco riguroso" y "poco creíble" de que una galera española estuviera tripulada por soldados vizcaínos que combatían al grito de Cierra, España; en referencia a la Caridad Negra, que en los últimos capítulos combate a los turcos, en las bocas de Escanderlu, llevando a bordo a la compañía del capitán Machín de Gorostiola. Y añades, joven amigo –lo de joven es importante–, que eso no disminuye tu entusiasmo por la historia que has leído; pero que el episodio de los vizcaínos te chirría, pues parece forzado. "Metido con calzador –son tus palabras– para demostrar que los vascos (y no los vascongados, don Arturo) estábamos perfectamente integrados en las fuerzas armadas españolas, lo que no era del todo cierto."
Son las siete últimas palabras del párrafo anterior las que me hacen, hoy, escribir sobre esto; la triste certeza de que realmente crees en lo que dices. Te gusta la novela, pero lamentas que el autor haga trampas con la Historia real; la auténtica Historia que –eso no lo cuentas, pero se deduce– te enseñaron en el colegio. Así que, con buena voluntad y con el deseo de que yo no cometa errores en futuras entregas, me corriges. Debería, a cambio, escribirte una carta con mi versión del asunto. El problema es que nunca contesto el correo. No tengo tiempo, y lo siento. Esta página, sin embargo, no es mala solución. La lee gente, y así quizá evite otras cartas como la tuya. De paso, extiendo mi respuesta a la cuadrilla de embusteros y sinvergüenzas de los sucesivos ministerios de Educación, de la consejería autonómica correspondiente, de los colegios o de donde sea, que son los verdaderos culpables de que a los diecisiete años, honrado lector, tengas –si me permites una expresión clásica– la picha histórica hecha un lío.
Machín de Gorostiola es un personaje ficticio, como su compañía de infantería vizcaína. En efecto. Pero uno y otros deben mucho al capitán Machín de Munguía y a los soldados de su compañía, "la mayor parte vascongados", que, según una relación del siglo XVI conservada en el Museo Naval de Madrid, pelearon como fieras durante todo un día contra tres galeras turcas, en La Prevesa. En cuanto a lo de Cierra, España, ni es consigna franquista ni del Capitán Trueno. Quien conoce los textos de la época sabe que, durante siglos, ése fue usual grito de ataque de la infantería española –en su tiempo la más fiel, sufrida y temible de Europa–, que en gran número, además de soldados castellanos y de otras regiones, estaba formada por vizcaínos; pues así, vizcaínos, solía llamarse entonces a los vascos en general, "a veces cortos de razones pero siempre largos de bolsa y espada". Y guste o no a quien manipuló tus libros escolares, amigo mío, con sus nombres están hechas las viejas relaciones militares, de Flandes a Berbería, de las Indias a la costa turca. Los oprimidos vascos fuisteis –extraño síndrome de Estocolmo, el vuestro– protagonistas de todas las empresas españolas por tierra y mar desde el siglo XV en adelante. Ése fue, entre otros muchos, el caso de los capitanes de galeras Iñigo de Urquiza, Juan Lezcano y Felipe Martínez de Echevarría, del almirante Antonio de Oquendo, su padre y su hijo Miguel, o de tantos otros embarcados en las galeras del Mediterráneo o en la empresa de Inglaterra. Las relaciones de Ibarra, Bentivoglio, Benavides, Villalobos o Coloma sobre las guerras del Palatinado y Flandes, los asedios, los asaltos con el agua por la cintura, las matanzas y las hazañas, las victorias y las derrotas, hasta Rocroi y más allá incluso, están salpicadas de tales apellidos, sin olvidar las guerras de Italia: en Pavía, por ejemplo, un rey francés fue capturado por un humilde soldado de Hernani, en el curso de una acción sostenida por tenaces arcabuceros vascos. Y te doy mi palabra de honor de que aquel día todos gritaron, hasta enronquecer, Cierra, España: voz que, en realidad, no tenía significado ideológico alguno. Sólo era un modo de animarse unos a otros –eran tiempos duros– diciéndole al enemigo de entonces, fuera el que fuera: Cuidado, que ataca España.
Así que ya ves, amigo mío. No inventé nada. El único invento es el negocio perverso de quienes te niegan y escamotean la verdadera Historia: la de tu patria vasca –"La gente más antigua, noble y limpia de toda España", escribía en 1606 el malagueño Bernardo de Alderete– y la de la otra, la grande y vieja. La común. La tuya y la mía.
Algún día por escribir cosas así de provocadoras le van a dar un disgusto.
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