En el páramo musical que nos venden a día de hoy es difícil encontrar refugio si es que te consideras como una persona con (un poco de) buen gusto y aprecias la buena música. Sintonizar la UHF o situar el dial de la radio en cualquier frecuencia te expone a recibir un golpetazo de radiofórmula comercial que es muy desaconsejable para la salud de los tímpanos, y que se torna extremadamente nocivo en algunas ocasiones. Gracias a nuestros protectores de la cultura, podemos elegir la forma de morir musicalmente escuchando una suerte de artistillas como Melendi, un poco de Estopa, los grititos de La oreja de Van Gogh, la coneja histérica de Roxette, Chenoa, al infinitamente banal Carliños Brown, sin mencionar a las
boys bands, por citar solamente algunos de los casos más leves. Otros no tendrán tanta suerte y serán fulminados por una balada de Phil Collins. Podría seguir enumerando pero no será necesario, creo que se ha captado el concepto.
Llegados a una situación así de desesperada quedan pocas alternativas. Saltar por la ventana no es una de ella, y presentarse en la sede de alguna sociedad de gestión de la propiedad intelectual armados de una recortada con una cartuchera colgando de los hombros a lo
Rambo III exterminando
afganos tampoco lo es, aunque nos quedemos con las ganas. Puño por el culo para todos ellos, de todas formas.
La mejor vía es, por supuesto, acudir a los clásicos, ôh benditos sean. Y de todos los clásicos que podemos encontrar, existen unos que resisten ahora y siempre al invasor y al mal gusto. Ellos son los
Pink Floyd, una panda de melenudos setenteros que han sembrado tres décadas con sus genialidades. Bueno, para hacerles justicia mejor sería dejar de lado su década de los noventa, pero a gente así todo se les puede perdonar. Y es que sus cuatro componentes,
Roger Waters,
David Gilmour,
Richard Wright y
Nick Mason eran cuatro genios.
Más grande, mejor...
... y en estéreo
De todas sus creaciones -y ya son muchas- últimamente me ha llamado la atención una grabación que hicieron terminando el año
1971 y que no mucha gente parece conocer. Claro que con obras como
The Piper at the Gates of Dawn,
The Dark Side of the Moon,
Meddle,
The Wall y tantos y tantos discos, es fácil que otras cosas
menos populares pasen desapercibidas. Me refiero al
concierto/disco conceptual/videoclip conocido como
Live at Pompeii. En cursiva porque es difícil clasificar esta
cosa. No es un
concierto porque no hay público. No es un
videoclip porque -al menos el DVD- dura hora y media (no me imagino emitiéndolo en la MTV junto a vídeos de
negratas hiphoperos de los que repiten
yoyoyoyo motherfucker yoyoyoyo). Y tampoco es un
disco al uso aunque interpretan canciones que pertenecen a otros álbumes de la banda. ¿Qué es? Yo no sé ponerle un nombre; si acaso se podría decir que es una película documental, pero desde luego bastante especial. En cualquier caso es una genialidad de estos chicos de
Cambridge en su etapa
post Syd Barrett.
Pink Floyd: Live at Pompeii nació como proyecto conjunto de
Adrian Maben y los
Pink Floyd, que acordaron montar un espectáculo de luz, música y psicodelia en octubre de 1971 en lo que fuera la antigua ciudad italiana de
Pompeya, entre los enclaves destruidos por las cenizas y la lava del Vesubio.
Panem et Circenses
Desde luego no podrían haber elegido mejor escenario para una banda legendaria como los Floyd. Psicodelia, historia y misticismo van de la mano a lo largo de todo el metraje con la banda sonora cuidadosamente elegida, temas míticos del grupo que acompañan perfectamente el paisaje cuasi lunar de las ruinas volcánicas de la ciudad italiana.
Dolby Surround where available
Live at Pompeii empieza fuerte, con las ruinas del anfiteatro reverberando con temas aluzinantes como
Echoes (tomado del álbum
Meddle), esa canción que dura veinte minutos pero que debería durar una hora.
Overhead the albatross hangs motionless upon the air
And deep beneath the rolling waves
In labyrinths of coral caves
The echo of a distant tide
Comes willowing across the sand
And everything is green and submarine
And no one showed us to the land
And no one knows the wheres or whys
But something stirs and something tries
And starts to climb toward the light
El Vesuvio en erupción solar
Strangers passing in the street
By chance two separate glances meet
And I am you and what I see is me
And do I take you by the hand
And lead you through the land
And help me understand the best I can
And no one calls us to move on
And no one forces down our eyes
And no one speaks and no one tries
And no one flies around the sun
Cloudless everyday you fall upon my waking eyes
Inviting and inciting me to rise
And through the window in the wall
Comes streaming in on sunlight wings
A million bright ambassadors of morning
And no one sings me lullabies
And no one makes me close my eyes
And so I throw the windows wide
And call to you across the sky.
Pink Floyd eclipsando a todo el panorama musical de los setenta
A lo largo del
documental, el director va mezclando hábilmente imágenes sueltas con entrevistas al grupo. Fotogramas del espacio, paisajes volcánicos, escenas de la ciudad derruida, todo ello conforma un largometraje que describe perfectamente lo que fue Pink Floyd, un grupo de música psicodélica, surrealista y que era fácilmente representable con elementos visuales.
Temas que ya por los años setenta empezaban a incorporar sintetizadores hicieron de Pink Floyd el grupo más vanguardista de su momento, y que aún hoy en día casi nadie ha superado en su capacidad de innovación -musical, visual, artística y conceptualmente- están plasmados en pantalla perfectamente por Maben. Un eclipse, los anillos de Saturno, un volcán en erupción, un plano de la vía láctea, el despegue de un módulo lunar, imágenes que evocan la genialidad de una banda que componía para escuchar con los ojos y ver con los oídos.
El estilo visual de los Pink Floyd
Lo que rodeaba a Roger Waters no era niebla sino el humo de sus porrillos
No te vayas a cortar
La película combina temas brillantes y melódicos con otros más oscuros y asfixiantes.
Careful with that Axe Eugene, o bien
Set the Controls for the Heart of the Sun se ilustran con paisajes lunares, cráteres humeantes, montes arrasados por la lava.
En el concierto aparecen también temas más melódicos, como
A Saucerful of Secrets o
Us and Them.
Con el hacha de Eugenio La psicodelia y la experimentación también tienen su espacio en el largometraje, con
One of These Days,
Brain Damage y
Mademoiselle Knobs (¿¡armónicas y ladridos a dúo!?) donde los Pink Floyd se explayan a gusto con ese estilo tan peculiar que los hace inconfundibles. Escenarios surrealistas, luces, espectáculo nocturno, todo ello aderezado con imágenes de Pompeya, un lugar inquietante donde las ruinas cuentan en silencio el desastre ocurrido hace casi dos mil años. Estatuas y azulejos testigos de dos momentos históricos: la erupción del volcán, y los Pink Floyd tocando en un lugar tan imponente.
El concierto está grabado en varios momentos del día. Adrian Maben sabe recoger lo mejor de cada momento, desde el sol deslumbrante del sur de Europa hasta la noche fantasmagórica que rodea la ciudad protagonista de la catástrofe, pasando por las "
entreluces" de los vientos y humaredas tóxicas del volcán aún en actividad, el director maneja todos los hilos que llevan al espectador desde el sonido de la banda hacia su entorno visual.
Al margen de la música, el documental nos enseña muchos de los entresijos de la banda. Podemos ver algunos momentos de su convivencia, de cómo experimentaban y grababan en los estudios Europasanor en París, o bien en los
estudios de EMI en
Abbey Road, todo un templo musical de los grandes grupos ingleses.
El virtuosismo también se trabaja
Se dicen muchas cosas muy interesantes. Podemos ver un pasaje en el que habla
Roger Waters sobre las habilidades de cada componente del grupo. Se habla del equilibrio entre el conocimiento de los equipos y del conocimiento musical de cada miembro. No olvidemos que Pink Floyd experimentaba con nuevos sonidos y tecnologías, y se les ve trabajando en el estudio, probando nuevos equipos durante sesiones de estudio de varias horas.
El momento en que hablan sobre los músicos y los equipos que manejan es especialmente interesante. Transcribo la entrevista:
David Gilmour: El equipo no debe sobresalir. Nosotros dependemos de él.
No podemos hacer lo que hacemos sin él.
No podríamos hacer un buen show musical sin él.
Estas cosas dependen de cómo uno las controle, de si uno las controle, o no las controle y viceversa.
Roger Waters: Es solo cuestión de usar las herramientas cuando están disponibles.
Hay centenares de equipos electrónicos disponibles para gente como nosotros.
No nos puede incomodar eso.
Son parte de nuestras mentes.
Hay que tener todo dentro de la cabeza para luego poder sacarlo al exterior.
El equipamiento nunca piensa lo que debe hacer. No puede controlarse sólo.
Me encanta el momento en el que vienen a concluir que "somos los putos amos" refiriéndose a que una persona con los mismos medios no sería capaz de llegar a donde ellos han llegado, que no eran los instrumentos sino su propia creatividad la que hacía que fuesen lo que eran.
Todo esto resulta bastante interesante, ya que en vídeos así generalmente se deja poco espacio para
hablar de música y acaban siendo espacios de promoción y lucimiento de las bandas. Esta película nos demuestra que los Floyd eran muy buenos músicos, que sabían lo que hacían, y cómo manejar los instrumentos que estaban a su alcance no para hacer más de lo mismo, sino para llevar su capacidad de creación mucho más allá de lo que era capaz cualquier otro grupo coetáneo.
También hay entrevistas a cada uno, donde cuentan sus impresiones, y lo difícil que es a veces convivir tanto tiempo en un grupo de música. Es especialmente gracioso cuando aparece
David Gilmour afirmando que Pink Floyd está al margen de las drogas.
Así se quedó Nick Mason al escuchar estas declaraciones
Resulta gracioso porque viendo los precedentes de la banda -Syd Barrett fue
invitado a abandonar el grupo tal era su adicción- pero aún más cuando poco después nos plantan imágenes de
Nick Mason y de Roger Waters con estas pintas:
No toméis drogas...
...que hay poca y somos muchos
Después de verles, ¿alguien apostaría por lo contrario?
Entrevistas aparte, es una gozada ver esas sesiones de estudio donde salen los cuatro probando nuevos registros, equivocándose, ensayando y disfrutando de lo que hacen.
El DVD con el documental acaba con imágenes oníricas, propias de un concierto completamente diferente, de un grupo como pocos, en un escenario incomparable. Imágenes del Vesuvio, recreaciones de la ciudad en 3D, detalles del arte de aquella época...
La película termina como empezó, con el potente tema de
Echoes, una canción que es la quintaesencia de un grupo que marcó una época. Una experiencia audiovisual única para quien quiera disfrutar de algo completamente diferente. Apaguen las luces, enciendan sus mentes. Pink Floyd está a punto de empezar.