Estaba yo leyendo esta mañana el libro "Copia este Libro" que ha escrito recientemente David Bravo y publicado bajo la licencia Creative Commons, en el que nos habla de varios temas relacionados con la SGAE, la propiedad intelectual y todas esas cosas, y me ha parecido tan interesante y con tanto sarcasmo que no me he podido resistir a hacer un copy & paste de algunos párrafos.
Para que la cultura esté viva es necesario que los ciudadanos tengan cultura musical y capacidad de elección. Se tambalea el modelo de negocio de las multinacionales basado en los superventas. El hecho de que la difusión de la música crea melómanos, choca con un sistema que se ha basado en confiar en la estupidez del público. Del mismo modo en que los políticos saben que una sociedad desinformada es una sociedad manejable, las discográficas llevan años practicando el deporte de degradar el valor de la música vendiendo productos que en nada se parecen a ella.
[...] El hecho de que la cultura que es comercialmente rentable sea la que resulta aséptica, tiene un efecto importante en la sociedad. La cultura es fundamental en el desarrollo personal y puede ser la línea que marca la diferencia entre que tu hijo se preocupe porque no tiene Nikes con muelles o por el precio de la vivienda. Son los grandes poderes económicos los que fabrican la ideología y te la transmiten en forma de publicidad, de noticia o de canción del verano. La aparición de las redes P2P pone en jaque el pensamiento cero que promocionan estos ídolos de cartón piedra desde todos los medios de comunicación.
La razón por la que los que venden discos por millones se quejan por el intercambio de Internet es porque éste da a los músicos lo que los superventas ya tienen: publicidad.
Los conciertos de Alejandro Sanz no aumentan por mucho que se distribuya su música por las redes P2P. Si este cantante va a tu ciudad, tú ya sabes si su concierto te va a gustar o no, o si merece o no la pena ir, aunque no hayas escuchado un disco suyo en toda tu vida. Los superventas, en otras palabras, no necesitan de las redes de intercambio para que se les conozca, porque de eso ya se encargan los medios masivos de comunicación.
Y no solo no les da, sino que les quita. Tú mismo recordarás que dejaste de ser fan de los Backs Streets Boys el día que aquel tipo del pelo largo que se sentaba a tu lado en clase de Ética, te enseñó un mundo de música independiente que ni siquiera sabías que existía. Los Back Streets Boys ya podían olvidarse de ti.
Ese alumno que te sacó del mundo de la música prefabricada y que es el enemigo número uno de las multinacionales, está ahora multiplicado por millones en las redes de intercambio de archivos en Internet. Más de cien millones de personas que comparten música y que se descubren cada día mutuamente que hay vida más allá de Bustamante. Los conciertos de muchos superventas no solo no suben, sino que corren el riesgo de bajar si sus fans descubren que hay otros mundos.
[...] El mercado de la música está basado en los superventas: seis o siete grupos o cantantes que venden por millones porque los medios de comunicación te recuerdan que los debes oír si te consideras una persona normal. El mayor peligro de las redes P2P es que diversifica los gustos que antes estaban concentrados. El intercambio descubre la música a mucha gente, y música es precisamente lo que las grandes multinacionales no venden.
¿No les extraña que los músicos progresistas sean los primeros en apuntarse al carro del insulto colectivo? ¿Cómo es posible que precisamente ellos tengan una visión de la propiedad tan asocial?
Muchos tirarán por el lado simplista del acto reflejo y dirán que la ideología tirita cuando el bolsillo tiembla. Los progres se aferran a la visión de la propiedad liberal como Gollum al anillo, en el mismo momento en el que la pugna entre interés colectivo e interés privado les deja a ellos en el otro lado del río. Desde allí, desde la orilla del privilegio, las banderas y las consignas tienen otro valor.
[Nota personal: menuda tragedia si algunos artistillas amiguetes dejaran de pasear su careto por los mítines y manifestaciones... Hay que cuidar la mano que te da de comer, ¿eh?]
En ese mundo en el que los modelos económicos han sido trazados por la mano de Dios, las revoluciones se convierten en la posibilidad de dar un gran salto que te traslade de lo mismo a lo mismo. Para Teo Cardalda, Internet presagiaba una revolución que consistía en el paso de “un mercado físico” a un “mercado virtual”. Para los que creen que hemos llegado al final de la historia, las revoluciones no representan un nuevo futuro sino la sofisticación del presente.
Para Teo, esa revolución ha sido entorpecida por el “amotinamiento civil de los consumidores”. Cuando a los ciudadanos se les considera meros consumidores, todas las reivindicaciones de hagan y que vayan más allá de las protestas por el precio de la banda ancha, de los sistemas anticopia de los discos o de los plazos de garantía, se consideran amotinamientos o reivindicaciones trasnochadas.
En la discusión sobre los derechos de autor, a la sociedad se le ha reservado el papel de oyente. Pero esa conversión de ciudadanos que intervienen en los asuntos que les conciernen a consumidores que pagan y callan, no la inicia el Plan Antipiratería sino que simplemente la sacraliza. Esta consideración ya se viene pidiendo desde hace tiempo por un sistema económico que solo sabe lidiar con clientes. Para Teo Cardalda, el hecho de que en Internet comiencen a proliferar las empresas de venta de música, es el cumplimiento del “sueño de finales del siglo pasado”. Ese sueño lo enuncia, textualmente, con una frase: “Cada hogar, una tienda. Cada ciudadano, un consumidor”.
En esta guerra en la que se enfrenta el interés económico de las empresas que explotan la propiedad intelectual y el acceso a la cultura, los que defienden el primado absoluto del primero tienen todas las armas para difundir su opinión a través de unos medios que le rinden pleitesía. La repetición continua de opiniones parciales genera verdades absolutas. Parece que es solo cuestión de tiempo que la sociedad termine defendiendo con uñas y dientes intereses que no son los suyos.
[Nota personal: ¿Cuestión de tiempo? Algunos ya han empezado.]
En la guerra ideológica de la propiedad intelectual, los medios de comunicación solo permiten bombardear a uno de los bandos. Esa lucha, en la que se usan como soldados a ciertos artistas de este país, está destinada a la “concienciación”, que es como a los que se consideran progresistas les gusta llamar a la manipulación.
No voy a poner más, porque acabaría poniendo el libro entero. Realmente viene a decir cosas que ya sabemos, pero con un estilo mordaz y muy divertido. Es una lectura muy recomendable. Para leerlo lo tenéis en la red a un click de distancia, y si os gusta incluso lo podéis comprar.